lunes, 6 de febrero de 2017

CIUDAD DE LAS ESTRELLAS, LA LA LAND. UNA HISTORIA DE AMOR EN LA ERA TRUMP

CIUDAD DE LAS ESTRELLAS, LA LA LAND. UNA HISTORIA DE AMOR EN LA ERA TRUMP

UN GÉNERO MUSICAL CASI OLVIDADO



 
 
 
Mientras Hollywood otorga su máximo galardón -el Oscar-, a un film blandito como “La La Land”, Trump, recientemente elegido presidente de los Estados Unidos, toma toda clase de medidas antistablishment, de corte duro y xenófobo, negando así el giro “progre” de le era Obama. ”La única coincidencia de May con el resto del bloque consistió en deplorar las declaraciones de Trump sobre la construcción de un muro en la frontera con México, las restricciones al ingreso a Estados Unidos para los viajeros procedentes de siete países mayoritariamente musulmanes, los comentarios favorables a la tortura y sus críticas a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), a la cual calificó de "obsoleta".” (Ver el siguiente link: http://www.lanacion.com.ar/1981703-europa-en-alerta-por-la-ofensiva-de-trump?utm_source=n_os_nota1&utm_medium=opinionS&utm_campaign=NLExt).
O nos detenemos y analizamos sin prejuicios la película, como producto de la historia del start system, o de la comedia musical al menos, o la ubicamos dentro de una situación histórico-política más amplia y nos detenemos en qué momento va a ser premiada y las connotaciones que tiene dicha circunstancia.




No es, ni nunca lo fue, inocente desligar una cosa de la otra. La obra cuenta una historia sencilla. Mia (Emma Stone) y Sebastián (Ryan Gosling) se conocen en Los Angeles. Ambos buscan trabajo, cada uno aspira a desarrollar sus sueños (la música y el teatro). Pero no va a ser tan fácil, ni para uno ni para el otro en la “ciudad de las estrellas”. Por fin sobre el final logran llegar al éxito, pero a costa de dejar por el camino su vidas, sus aspiraciones personales, sus afectos y su mutuo amor. La película fue escrita y dirigida por Damien Chazelle (31 años), estadounidense, de padre francés y madre norteamericana. Podríamos adentrarnos aún más en su biografía, pero sería largo y tedioso semejante labor. Mejor es mencionar el trabajo minucioso o meticuloso sobre la historia de la comedia musical que realiza para confeccionar un guion atractivo y elegante, con una discreción meritoria a la hora de utilizar la música y los bailes. Quien iba a pensar que en unos pocos meses tanto Emma como Ryan realizarán pasos de baile al mejor estilo Ginger Rogers, Fred Staire o Leslie Caron y Gene Kelly. Pocos, medidos, pero dotados de esa cualidad que sólo el cine del género musical supo imprimir a sus actores y bailarines. Lo mismo con el canto.  Esta síntesis argumental se refiere a la comedia musical. Suave y melancólica evocación, en el medio del caos Trump. Contraste espeluznante si tenemos en cuenta hacia donde puede encaminarse la mayor potencia mundial, y sus consecuencias a nivel planetario, tanto para Europa como unidad, como para continentes hispanoparlantes como el nuestro, con Méjico a la cabeza.
La verdad es que la visión que tuvo y tiene Hollywood de América Latina, no es muy distinta que la que manifiesta sin tapujos Trump. El cine norteamericano está lleno de films, algunos famosos musicales, donde se citan países latinos en sus aspectos turísticos y subalternos, ni más ni menos como el patio trasero de la gran potencia. Y nos preguntaremos, entonces, qué tiene que ver esta mirada con “La La Land: una historia de amor”. Es que la película, que presuntamente va a ganar el Oscar, está asentada, semánticamente y culturalmente sobre esta concepción. Y tiene dos raíces, una es “el sueño americano”, en este momento revalorado por el actual presidente, y otro por el llamado “american system”, también hoy reivindicado. Aunque nunca abandonados, ambos aspectos, más la doctrina del “Manifest Destiny”, se constituyen en los pilares en los cuales se fundó el cine, y toda la cultura norteamericana.
Las luchas de Mia y Sebastian para alcanzar sus metas, aún perdiendo, no manifiestan otra cosa que estas claves tan caras para el americano medio, prototipos temáticos sobre los cuales giró el sistema del género cienematográfico hollywoodense. Los personajes desafían un sistema pero triunfan gracias a ese sistema. Este es el tema, en la comedia, el drama, el western, el policial negro, el bélico, etc. Si la globalización en todos los órdenes, de la que Obama fue cabal expresión, cultural, económica y étnica, atemperó estos fundamentos, algo o alguien deberá volver a ponerlos en su lugar, ya que son la esencia de este país y de su poderío. Quizá sea Trump.



La realidad es que la maquinaria sigue su marcha, pese a quien le pese. El género del lejano oeste y su conquista seguirá exhibiéndose por el mundo y nadie se acordará si Méjico, su región, y el río Grande, tuvieron un papel mítico o épico en ese cine. Y se producirán obras como Babel, o el género negro seguirá mandando delincuentes peligrosos a refugiarse en ese país de habla hispana al sur de E.E.U.U. La comedia hará sus obras mientras presidentes demócratas o republicanos estén en el poder preservando una cultura y una visión del mundo que no ponga en peligroso las bases esenciales de un estilo de vida.
Claro la percepción de Chazelle incluso toca films míticos como “Casablanca (1942)”. Recordemos que llega hasta el norte de África (Marruecos), Michael Curtiz, su director, con Humbrey Bogart, un típico y excelente actor hollywoodense de la década del cine negro norteamericano, quizá el más grande, síntesis de la encricijada socio-económica de la sociedad norteamericana de antes de la 2da. Guerra Mundial. Éste es un capítulo aparte de la historia del cine de la gran industria cinematográfica. Incluso inspirador de movimientos como la Nouvelle Vague francesa. Tal fue el espectro cultural en cual se alimentó el director de “La La Land” para hacer su film. El espectador deberá adentrar con cierta profundidad en su mirada para vislumbrar estos espectos. Incluso “Los paraguas de Cherburgo” (Jacques Demy, 1964) según algunos críticos.



Luz, color, música, personajes desencantados, una historia que roza una crisis existencial, son los condimentos narrativos del joven realizador, quien elabora un film nostálgico y sutil, para contarnos que aún este género puede ser evocado como añoranza de un ser querido aún no perdido del todo.

Héctor Correa
Punta Alta, febrero 2017
 

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