jueves, 6 de octubre de 2011

WINTER´S BONE (LAZOS DE SANGRE). LA RURALIDAD MARGINAL NORTEAMERICANA

Título: Winter’s bone. Dirección: Debra Granik. País: USA. Año: 2010. Duración: 100 min. Interpretación: Jennifer Lawrence (como Ree Dolly), John Hawkes, Kevin Breznahan, Dale Dickey, Garret Dillahunt, Sheryl Tate Taylor. Guion: Debra Granik y Anne Rosellini; basado en la novela de Daniel Woodrell. Producción: Anne Rosellini y Alix Madigan-Yorkin. Música: Dickon Hinchliffe. Fotografía: Michael McDonough. Montaje: Affonso Gonçalves. Diseño de producción: Mark White. Vestuario: Rebecca Hofherr. Distribuidora: Golem. Estreno en USA: 11 Junio 2010.
Premios: en el Festival de Cine de Sundance,  Gran Premio del Jurado al mejor drama, Premio al mejor guión.
Festival Internacional de Cine de Berlín y los premios a la mejor película y mejor actriz y el Premio FIPRESCI en el Festival Internacional de Cine de Estocolmo.
El filme recibió siete nominaciones a los Premios Independent Spirit de 2010, ganando las categorías de mejor actor de reparto (Hawkes) y mejor actriz de reparto (Dickey).
Asimismo, Jennifer Lawrence fue nominada al Globo de Oro a la mejor actriz - Drama por su actuación.
Winter's Bone también recibió cuatro nominaciones para los Premios Oscar en las categorías de mejor película, mejor guión adaptado, mejor actriz (Lawrence) y mejor actor de reparto (Hawkes), pero no ganó en ninguna categoría.



La meseta de Ozark abarca los estados estadounidenses de Missouri, Arkansas, Illinois y Kansas, al sur del país. Su ecosistema conformado por el bosque en donde la precipitación es escasa, como en la parte occidental, con praderas de pastos cortos y matorrales, aunque también hay pinos de piñones, enebros y pinos ponderosa que crecen en las proximidades de los ríos y en el lecho de los arroyos, en el extremo oeste de la panhandle. También los pantanos, los bosques de cipreses mezclados con Pinus echinata, pinos taeda y bosques de hoja caduca dominan el sudeste del estado, mientras bosques de robles encino, olmos, cedros y pinos cubren el noroeste de Oklahoma. La peculiaridad de los sonidos del banjo, en este entorno, la melancólica y triste música country, configuran el marco apropiado para el desarrollo de este film de Debra Granik que toma la ley del silencio de sus personajes como la ruta, el camino que la protagonista debe abordar y enfrentar para resolver un enigma no apto para una chica de 17 años.




En realidad habría que hablar de la novela de Daniel Woodrell, un narrador nacido en Springfield, Missouri, de 58 años, cuya vida transcurrió durante mucho tiempo en las colinas de Ozark. Missouri es un estado empobrecido, y entre míseras granjas y cocinas de metanfetamina la joven Ree inicia la búsqueda de su padre. No se ve en ningún momento la imagen del Jessup, arrestado por cargos de narcotráfico, y cuya fianza es ni más ni menos la casa de la familia. Ree debe encontrarlo vivo o muerto, de lo contrario pierde todo. Y la resolución de este objetivo es su liberación pero su trampa también ya que esas colinas, esas granjas, ese entorno, su familia, constituyen un medio tribal de complicidades y silencios no sólo alrededor de su padre sino también como una forma de relacionarse y establecer lazos que debe respetar y obedecer. El “clan” define un grupo humano unido por relaciones familiares. En los pueblos primitivos, en función de estas relaciones, el incesto era prohibido. Además, su estructura era matriarcal, la mujer tenía un rol preponderante y definía muchas de las cuestiones relacionadas con la vida del clan. El film refleja este sistema y la protagonista, mujer joven, inicia su camino acudiendo a las mujeres de su familia como un primer intento de desentrañar la desaparición de su padre. La supervivencia, en un medio hostil y violento, se torna para Ree en un aspecto que no debe descuidar, más teniendo en cuenta sus dos pequeños hermanos y su madre enferma. La tribu tiene sus propias reglas, sus códigos éticos y morales, y antepone la defensa de sus integrantes cuando es necesario, siempre y cuando no rompa, el individuo, esas normas rígidas e inflexibles. Aquí no importa si cultivan para proveerse de alimentos, crían animales, o cocinan droga para el tráfico hacia afuera. La mujer cuida de su progenie, mientras que el hombre desarrolla la tarea ilegal. Está estipulado así, y así esta pequeña debe someterse quiera o no. La virtud o lo bueno del guión es la concepción de algunos personajes, hechos con cierta dosis de humana consideración y ternura, primero hacia los niños en medio del medio hostil, pobre y desamparado, y luego hacia la continuidad inevitable de la vida, lo que implica un categórico pero lastimoso no al ejército al que aspira enrolarse Ree.


Por detrás los acordes de un banjo y de violines, la melancólica voz de una mujer cantado música country y las reuniones familiares alrededor de los músicos, van configurando ese “noir country” de las montañas de Ozark, donde los vínculos van más allá de lo parental y se constituye en un modo de vivir, difícil de abandonar, por lo cual la iniciación de Ree va enmarcada por la pobreza de la región más las obligaciones que lo tribal le impone. El "realismo regional" se va perfilando como género y como un modo de ver y analizar la realidad local por parte del autor de la novela donde describe esta comunidad rural, enferma, atrapada, como, al parecer acontece en otras, en un mundo asentado en la sabiduría del manejo de las drogas. El film se torna en una clara y extraordinaria imagen de esta sabiduría vital de una cuasi-horda rural. La lealtad se hace imprescindible, sino no hay supervivencia, no se sobrevive, y esto lo aprende Ree en su periplo desgarrante hacia un fin predecible.

Debra Granik 

Ya en las primeras imágenes del film, el crudo invierno, el primer plano del desolado árbol, rodeado por vehículos abandonados o semiabandonados, y algunas construcciones que no se sabe bien para qué están, más los niños jugando en ese entorno, con la música country, triste y dolorida, y el fondo de la casa-rancho de madera donde viven, representan el paisaje, la gente, y los dialectos con un realismo sorprendente. Y si a esto le sumamos la figura de Ree colgando ropa recién lavada, realizando tareas domésticas cuidando de sus pequeños hermanos, la historia se nos ocurre que puede llevarnos por caminos insospechados dentro de esa cultura contaminada de anfetaminas y abandono, por más tribal o familiar que nos parezca.

Un día un policía le comunica que se está venciendo el plazo de la libertad condicional dado a su desparecido padre para presentarse ante la Justicia, libertad condicional obtenida gracias a haber recurrido a la garantía de la vivienda que hoy están ocupando Ree, sus hermanitos y su madre enferma. Este anuncio dispara el neorrealismo rural y regional de la obra para mostrarnos un gueto tribal donde sus habitantes, entrelazados genéticamente, esconden secretos inconfesables y practican actividades ilegales. El silencio inunda las marismas, los bosques de cipreses y pinus echinata. El “noir país” como denomina el autor su realismo regional aparece en su máxima expresión y perfila el paisaje, las viviendas y los habitantes.

Las imágenes revolotean, la presencia del padre nunca mostrado, casi del innombrable, es una figura vívida y a la vez ignota, determina muchos resortes del cuento, y sólo al final lo único que podemos ver son sus cadavéricas manos. Su no presencia es una apariencia en realidad escatológica, destinada más a expiar las vergüenzas del clan que a salvar a su hija. Todos saben algo alrededor del padre, como en el mito griego el destino envuelve los personajes, el silencio es parte del juego trágico, y hasta la madre enferma preanuncia el final imposible de modificar. Sólo una prueba final separa la vida de la muerte, la protagonista, Ree, deberá, acompañada por la mujeres del clan, superar el desafío y una vez hecho todo volverá a ser más claro, y la vida seguirá su curso y lo establecido no será profanado, por lo que el ritual iniciático habrá sido realizado en ese pequeño espacio de colinas y bosques milenarios. Los niños de la mano de Ree seguirán jugando y heredarán el viento.

 El film es un policial negro contado sobre un medio rural marginal de las montañas de Ozark en el estado de Missouri. La protagonista no va más allá que unos metros en todo su periplo investigativo, es el espacio bien delimitado de los clanes, espacio mítico, donde lo que está más allá es lo oscuro y peligroso, pero la narración es tan rica que prácticamente a través de sus ojos la vida tribal se nos presenta en una dimensión nunca antes vista. La marginalidad y la pobreza en ciertas regiones de los EE.UU de poco acceso y desolado paisaje, como éste, es quizá la razón de ser de la película. El western es hoy el realismo regional de los sectores marginales rurales, con toda su problemática de aislamiento, soledad, abandono y narcotráfico. El primitivismo que emana de las relaciones humanas, el espacio concebido como vital y trascendente, y el tiempo que determina el cuándo de todas las actividades de sus miembros, se constituyen en este caso en el elemento primordial de la unidad del grupo, los actos de gobierno y la organización que le da su carácter inexpugnable y perpetuo.


La complejidad cultural en la cual debe moverse Reed es un trabajo insoslayable por parte de los autores. Su padre debe aparecer vivo o muerto, de cualquier manera es su único recurso para la supervivencia de ella y sus hermanos. Las mujeres saben eso, conocen el destino y el final de la historia, sólo deben cuidar que las normas, rígidas normas, se cumplan quieran o no quieran los hombres. El film termina con los acordes del banjo en las manos de uno de los niños, es el retorno eterno e ineluctable y la comunidad verá garantizada su existencia, sea como sea es su lógica.

Héctor Correa
Punta Alta, octubre de 2011